martes, 27 de abril de 2010

Para siempre...

En mi vida, y supongo que en la de todas las personas, ha habido momentos buenos, y malos...

De todos ellos, puedes y debes sacar algo positivo. Es más, se aprende más en los momentos malos, que en los buenos.

En los favorables, como todo viene de cara, los disfrutas, y pasa, solo quedando en ti el recuerdo, pero en los momentos malos, donde la tensión y los nervios te agarrotan los brazos, cada una de las decisiones, son enseñanzas que, por mucho que pasen los años, se quedan en ti.

Es triste, pero la muerte de mi padre me ha enseñado a valorar, mucho más, todo lo que tengo, y sobre todo a mi familia.

Foto: En esa curva que el río traza, descansan las cenizas de mi padre, para siempre...

viernes, 23 de abril de 2010

Vivencias...

En este mundo, cuantas más vivencias tiene una persona, más conocimiento del medio tiene, pero hay vivencias que no se deberían vivir (valga la redundancia).

Gracias a Dios, hasta hace tres semanas, casi todo me iba de cara, pero hay que ver como se pueden joder las cosas en dos segundos.

Cuándo vi a mi padre muerto en el suelo, bueno, incluso cuando oí el golpe de la caída, supe que algo había cambiado para siempre, y ese algo no era bueno.

Todos nosotros tenemos en la cabeza un estereotipo de familia: madre, padre e hijos. Pues ahora, a mi me ha tocado cambiar esa idea. No os podéis imaginar lo sumamente jodido que es vivir sin tu padre. Y eso que solo llevo tres semanas.

Antes de que mi padre muriera, nunca lo había echado de menos... Pero ahora, no hay momento o gesto que no me recuerde a él. Intentas no pensar en nada relacionado, pero todo, hasta una línea en el suelo, te lleva a lo mismo.

Es muy jodido cerrar los ojos y ver solo una imagen: a tu padre muerto. Pero es algo que hay que aprender a sobrellevar.

En estos momentos, cuando todo el mundo te dice "reza, que tu padre está en el cielo con Dios..." tú te planteas muchas cosas sobre la existencia o inexistencia de Dios. No me cabe en la cabeza (y mira que la tengo grande) que haya un Dios que te pueda hacer estas putadas, así porque sí, sin más...

Lo que pasa, es que en estos momentos te obligas a creer que hay un cielo, que hay un Dios, que hay algo, porque para mi, eso significa, que mi padre, de una manera, o de otra, está conmigo.

Sed buenos!

jueves, 22 de abril de 2010

Lost in Cárdenas

Ayer Miércoles estuvimos en Cárdenas de senderismo con el instituto... Y creo que repito otra vez... Muchacho! Nunca he odiado tanto el campo... No vuelvo hasta que esté asfaltado y tenga semáforos.

Las subidas fueron malas... Cada vez más largas y más inclinadas... Pero lo que son las bajadas... Hasta tres veces dí con las rodillas en el suelo.

La primera vez, bajando de una pequeña colina. Iba por las piedras para no caerme (mira tu la gracia), de repente vi una grande, y yo, pensando que estaba sujeta al suelo, puse el pie. Resultó que la piedra se vino tras de mi. Mi trastabillando hasta que no pude más e hice un pequeño amago y arrastré la pierna por el suelo. Resultado, bastante gente descojonada y yo con un agujero en el pantalón (eran mis mejores pantalones de deporte) y la pierna sangrando (aunque no mucho).

Seguimos nuestra trayectoria, malisimamente llegué al Pico de la Estrella y comimos. Allí en lo alto, hice mis pinitos como escalador... Lo único que le faltaba a la piedra era una almohada pa poder haberme echao la siesta en to lo alto.

La segunda caída, fue bastante más gorda. Íbamos bajando del famoso pico, en un camino de rocaje vivo (venga, hagamos la broma). Con tal mala suerte que me escurrí, y en un abrir y cerrar de ojos, me encontraba arrodillado cual moro rezando... Los pantalones, todavía no sé cómo, salieron ilesos de esta caída.

Mariajo, una compañera, me dio un bastón para poder evitar futuras caídas... Pues no surtió efecto. Llegué, hice como me caía a posta y al estabilizarme, volví a probar la tierra: rodillas al suelo. Aquí ya el pantalón no volvió a ser el mismo. Rotura en la pierna izquierda.

El resto del día fue infernal... Siempre bajando, siempre bajando. Gracias a Dios, no volví a clavar rodillas. Me quedo con: El Guillo de las Tres Caídas.

Me están esperando en Cárdenas... Corriendo voy. A no ser que haya gachas, pisto o paella, que ahí ya, negociaremos los kilómetros.

Sed buenos!

PD: Fueron Más de 22 km...

viernes, 16 de abril de 2010

A ti, Papá.

Hace un año, en las hojas de este semanario, dos nuevos columnistas hicieron su aparición. Éramos Fernando, y yo.

Para nosotros era todo un logro poder escribir en el periódico de nuestra localidad. Significaba poder estar algo más cerca de nuestro sueño: ser periodistas.

Hasta llegar al día de hoy, un año después, ha habido un camino enorme, largo, duro, agotador, gratificante… Y para sobrellevarlo, a mi vera, ha habido muchos amigos, compañeros, lectores, aficionados y trabajadores de este medio, pero sobre todo ha habido tíos, tías, primos, un abuelo, una abuela, otra abuela, una hermana, una madre y un padre… Un padre…

La muerte a veces avisa, otras no. Siempre hace daño. No solo para el que se va, a los que nos quedamos también.

Todos los que hemos pasado por una situación así sabemos el dolor, el vacío, la soledad, la impotencia que crea la pérdida de un ser querido.

No soy el primero y desgraciadamente tampoco soy el último en perder a un padre. Es jodido (con perdón de la palabra), es duro, es una situación increíble…. Te cuesta hacerte a la idea. Te niegas a pensar que ha muerto, que no lo volverás a ver jamás. Reniegas incluso de tus ojos, a pesar de que has visto a tu padre fallecido delante de ti.

Y te preguntas el por qué muchas veces, y no le encuentras explicación. Y cuanto más te lo preguntas, más te hundes en la tristeza.

Mi padre, al que ya hicieron referencia Julián Gómez y Lola Gómez (a los que les mando un fuerte abrazo en agradecimiento) en el pasado número de este semanario, falleció el pasado 3 de Abril.

Un infarto le quitó la vida de un plumazo, sin posibilidad de reanimación. Unos minutos antes yo había estado hablando con él, como cualquier mañana de sábado normal y corriente. Pero sin esperártelo, sin previo aviso, oyes un golpe, corres a su habitación y te lo encuentras tirado en el suelo, sin posibilidad de hacer nada… Simplemente de llorar.

Debo agradecer a tantas y tantas personas que con su visita al tanatorio nos hicieron compañía en esos duros momentos. No puedo olvidar la imagen de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción llena a rebosar como si se tratara de una Vigilia o una Novena.

Gracias a Dios, a nadie de mi familia nos faltó cuerpo para abrazar ni hombro en el que llorar, porque aunque no se puede hacer nada, los amigos ayudan mucho.

Mi padre ha dejado atrás a mucha gente, pero debemos ser fuertes. Ahora mismo, debemos de seguir adelante. Estoy seguro de que mi padre no nos quiere ver así tristes y llorando.

Tarde o temprano saldremos adelante, aprenderemos a vivir con la pena, porque, aunque físicamente no le veamos, entre nosotros, José María o Chema, como queráis llamarlo, sigue con nosotros. Ahora sabemos, que tenemos un lector más en el cielo.

Muchas gracias por todo,

tu hijo Guillermo.